‘Babelia’ ofrece la intervención de la especialista en Literatura Rusa Natalia Ivanova del pasado julio ante el Comité de Escritores por la Paz del PEN Internacional
Después de que Rusia iniciara la operación militar contra Ucrania han pasado ya más de cuatro meses, pero ni la comunidad internacional ni los intelectuales de Rusia han sabido detener esta catástrofe. Cerca de 10 millones de refugiados han abandonado sus casas y han huido a los países vecinos de Europa, otros millones buscan refugio en la propia Ucrania.
Los nombres de las ciudades de Irpén o Bucha han dejado de ser el reflejo de algunos momentos felices del pasado ruso y ucraniano, como los del premio Nobel Borís Pasternak (“Irpén, recuerdo de veranos, de amigos y de libertad…”), o del autor de El Maestro y Margarita, Mijaíl Bulgákov (con su “dacha” en Bucha en su temprana infancia), para convertirse hoy en el escenario de una sucesión de crímenes.
En Rusia, a su vez, se han clausurado todos los medios de comunicación libres e independientes, muchos periodistas y medios de comunicación se han visto sometidos a unas condiciones duras de existencia y de trabajo, al verse declarados “agentes extranjeros”.
Se ha puesto en marcha la maquinaria de la censura: se ha prohibido pronunciar su propio nombre. Más aún, bajo la amenaza de ser detenidos, aislados o sancionados, está prohibida la palabra “guerra”. Se ha puesto en marcha la propaganda oficial en dimensiones nunca vistas. Los periodistas de los canales federales se han convertido en unos propagandistas furibundos. De la mañana a la noche, la población del país se ha visto literalmente envenenada por la propaganda en dosis industriales.
Nosotros, los escritores, periodistas y traductores rusos del PEN-Moscú, en declaraciones y en cartas conjuntas con el PEN Club Internacional, hemos manifestado de forma inmediata y activa nuestro desacuerdo con las actividades militares de Rusia en Ucrania.
Pero, ante la amenaza de desaparecer, de momento nos hemos visto obligados a escoger como prioridad proseguir con nuestra actividad literaria e intelectual.
En Rusia, los escritores actuales, al igual que los actores y directores, se han escindido: una parte ha abandonado el país, otra se declara decididamente en contra de la guerra —pues incluso la cubierta del libro de Orwell 1984, una hoja con una cita de Lev Tolstoi o unos versos del contemporáneo de este el poeta, Nikolái Nekrásov pueden emplearse ante un tribunal ruso como prueba acusatoria—. Unos terceros callan en estado shock o atemorizados por la represión. Pero unos cuartos besan la bandera de la guerra y hasta escriben poemas dedicados a esta “Operación”.
El espacio en el que un periodista puede expresar su opinión se han quedado en nada. Otros periodistas han perdido su trabajo, y los escritores, se diría que, ante el desconcierto, se han quedado mudos
El espacio en el que un periodista puede expresar su opinión se han quedado en nada. Otros periodistas han perdido su trabajo, y los escritores, se diría que, ante el desconcierto, se han quedado mudos, han perdido la lengua con la que pueden expresarse, y ya no hablemos de crear sus obras. Al parecer, sus proyectos literarios anteriores a la guerra se han quedado colgando en el aire, congelados. Y en el día de hoy, encontrar personajes, argumentos, palabras para nuestra horrorosa nueva realidad es muy difícil.
Para nosotros y para los eslavistas del mundo, todo ha perdido su valor. “Se ha derrumbado toda la tarea de mi vida”, me dijo Georges Nivat, uno de los grandes especialistas en el mundo eslavo (quien, por cierto, ha dedicado durante los últimos años a estudiar la filosofía, la cultura, la historia y la literatura ucranianas y ha establecido lazos de amistad y colaboración con sus colegas ucranianos).
Muchos de nuestros amigos escritores que viven en Ucrania escribían y escriben en ruso. Y siguen haciéndolo, publican nuevos versos en las redes sociales. El escritor Aleksandr Kabánov, editor además en Kíev de una revista literaria bilingüe, (los poetas, ya se sabe, son unos soñadores incorregibles) ha publicado un nuevo ciclo de poesías declaradamente contrario a la guerra.
¿Podemos hablar de paz cuando la paloma de Picasso es en Moscú una imagen sospechosa?
¿Podemos hablar de paz cuando la paloma de Picasso es en Moscú una imagen sospechosa? Es una pregunta retórica. Incluso en las felicitaciones personales con motivo de un cumpleaños en la plataforma Facebook, hoy prohibida en Rusia, lo primero que se desea es: paz, un cielo en paz sobre nuestras cabezas.
A través de Facebook, prohibido en Rusia, los escritores en Rusia y en la diáspora rusófona, conservan sus frágiles contactos con sus colegas de Ucrania, muchos de ellos sometidos al diario horror de las bombas rusas. Y siguen escribiendo en ruso, no solo en ucraniano.
Y, para acabar.
En la ucraniana Odesa, hoy bajo las bombas rusas, se celebra un concurso para otorgar un premio literario que lleva el nombre de Isaak Bábel —un escritor soviético de origen judío, nacido en Odesa, que escribía en lengua rusa y que fue fusilado en los tiempos de Stalin—, un premio para unos relatos escritos en lengua rusa. Relatos escritos en Ucrania, en Rusia, en el mundo, donde sea, en lengua rusa.
Esta es justo la propuesta con la que Ucrania responde al resto del mundo: cómo construir un país donde reine la paz y la cultura.
Natalia Ivanova es profesora universitaria de Literatura Rusa.
Traducción de Ricardo San Vicente.
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Source: El País